sábado, 16 de agosto de 2008

De los días y yo



Tengo el corazón sano.
El ojo limpio.
¡Llegan los nuevos días!
Quisiera ser un año más viejo,
releer este diario
y llorar de alegría.
Estoy dispuesto.
Me espero a mí mismo.
Parto en mi busca.


Diario de un aspirante a santo,
Georges Duhamel







¿Será que podré llevar el registro de lo que hacen los días y el tiempo con mi ser? La muerte y la vida (detalle), Gustav Klimt.

Esta tarde-noche he visto a medias una película (de la que no pude saber el nombre), no me entusiasmé demasiado con ella porque el protagonista era Ben Affleck, que para aquellas que digamos se conforman con las carnes es algo más que carne, pero para mí no tiene mucho chiste y me parece medio mensis; bueno, el caso es que comenzó a capturar mi atención cuando a los pocos minutos resultaba que este man que era un ventajoso empresario y que volvía dorado y costoso todo lo que tocaba le daba por inscribirse a un curso que para aprender a escribir diarios, el suyo propio para ser más exactos.

El profe, Pikrim (creo), facilitador del cursillo era insufrible, y en la primera sesión sólo se esforzaba por presentarse y decir algo como: "Hoy comienzan el camino para conocerse a sí mismos, así que tomen su diario y escriban para sí, ¿quién soy?, abur", y se largaba. El Ben, o el Marck (creo), o el como sea pues comenzaba a escribir la cosa esta, no sin hartos trabajos, porque además de las cuestiones laborales, lo distraía una güerota, en la peli Nina, mejor conocida como Rebecca Romijn Stamos, ¿estamos? que además le salía con una jalada de esas imperdonables y que no cuento porque si no ya no ven la peli... en fin que todo esto sólo me llevó, además de a reirme porque no estaba tan mal la historia, me llevó a recordar mi diario.

He intentado escribir un diario desde que tengo 14 años. Y la verdad es que siempre ha terminado siendo anuario, casi secular, ya mero para los festejos del bicentenario de la Independencia, y al final del año descubro (bueno, no descubro claro que siempre lo sé, no más es para di-si-mu-lar) que sólo escribí los primeros tres días del mismo.

En el primero que tuve no escribía cotidianamente, pues por extrañas razones lejanas a mi discernimiento, quería mantenerlo en el más oscuro de los misterios, según yo, y esto aún lo digo en voz baja, ssshhh, ...según yo, nadie debía saber que yo tenía un diario..., y como es de comprender viviendo en la casa familiar esto es imposible, pues además de que nunca lo dejan escribir a uno, el riesgo de que el cuadernaco este salga a relucir en cualquier momento es constante a cada momento, y obvio, lo peor no es esto, si no que con las hojas salgan a relucir las palabras escritas por uno mismo, con crímenes que uno mismo cometió, seguro tonteras, pero que en la mocedad de los quince, son babosadas terribles y cochinas como que te gusta un chango de la escuela que se llama Eduardo y que anda con una mona que se llama Jessica (muy fea por lo demás), y que además se ha dado cuenta de que te gusta el interfeito (diría Cantinflas), o que tu amiga Linda se fumó un cigarro y que a pesar de los saltos de escapulario de su madre, se anda dando de besos con un morro sí y con otro no, y que en la escuela se dice cada cosa de ella que buuueeeeeennnoo. Por todas estas cosas, mi primer diario terminó siendo el cuaderno de apuntes de los mandados y las hojas que sí estaban escritas, pues creo que me las comí, con tal de que nadien se enterara de estos mis pecados recién escritos, ente otros.

El segundo diario era un cuadernito de esos cursilisisísimos que tienen una cerradura y una llavecita chiquitina, además de un dibujito, azul qué más, de esos estilo Candy Candy ("si te sientes solo recurre a mí, te estaré esperando aquí. Aaaahhh, Marc Anthony, etc.") que puag! Escribí como dos hojas, y luego que me da quesque por escribir poemas, horribles por supuesto, y no de amor afortunadamente, como tenía algo así como 16 o 17 y pertenecía a la escena local del grunge región 4, pues escribía puras cosas darkes, sufridoras, feísimas, rimadísimas, bla bla, y un día que me harté del mundo con hartas cervezas, terminó en el rostro de un tipo (al que aún quiero tiernamente), suceso ante el cual el tipo huyó con despavorimiento, dejando mis cosas regadas no sé dónde (y digo dejó, porque como es de comprenderse yo no estaba en condiciones de saber qué era de mis pertenencias), y pues mis memorias y mis versos más tristes y agusanados de la más oscura noche de mi adolescencia se perdieron, haya Dios a saber dónde.

Luego de esto decidí no más diarios.

"Pa qué si ni los escribo ni tengo nada importante que decir".

Hasta el día en que cierta encuadernadora diseñadora llegó a la oficina a ofrecerme un hermoso cuaderno empastado a mano con cubiertas de cuadritos azules y blancos e interiores de papel cuché, y que sucumbó y que lo compró, y que sigo sin escribir en él, jojo. Lo tengo aquí, junto a mí. La primera entrada tiene fecha de 1 de enero de 2004, 7 de enero de 2004, 29 de diciembre de 2004, 13 de enero de 2005, 22 de noviembre de 2005, 21 de septiembre de 2007, 12 de octubre de 2007 y, finalmente, 5 de noviembre de 2007.

Y de nuevo, me pregunto, ¿es que soy capaz de llevar un diario, bueno de menos semanario? Lo que me preocupa de esto es que me pierda de a poco, es que llegué a un momento de mi vida en que quizá quiera recuperar algún recuerdo, o decirle a mi hijo, "mira, así era yo en esta época", o tal vez que piense en recurrir a la solución que dí a un problema en un momento determinado, que quiera rescatar un estado de ánimo, malo o bueno, triste o maravilloso. Lo que quisiera, dado que una de mis constantes pasiones es la cotidianidad, el transcurrir de los días, los cambios de la mirada que se efectúan día a día, los descalabros minúsculos que conforman las heridas superiores, lo que quisiera es que la vida (quizá deba decir, trabajo) no me absorbiera tanto para poder llevar el regsitro de mis arrugas, de mis cortes de cabello, los efectos que provocan en mí ciertos autores, ciertos hombres, ciertas mujeres, cómo es que cuando tenga 40 o 50 o 60 años voy a recordarme? a recordarme a mí misma, que no cómo van a recordarme los demás porque esto ya sería mucha codicia. En fin, ésta al menos, ésta cucarachitica y tierna angustia del día de hoy, al menos, ya quedó registrada.

Tal vez algún día recuerde que una vez tuve un blog que nadie leía, y en el que alguna madrugada friolenta y de sucesos extravagantes como la de este momento, que entonces yo escribía sobre la zozobra que me da no escribir el regsitro de mis horas. Tal vez ahora sí, tal vez tener un blog no es más que la continuación tecnologizada de este deseo inconcluso, tal vez ahora sí pueda escribir un día sí y otro no... tal vez...