martes, 28 de diciembre de 2010

Navidad

Acá don Minouche, tan aburrido como yo en estas fechas.



Sí, llegando tarde a esta Navidad, qué más da.

Sí, me choca la Navidad (aunque ahora ya se ha vuelto tópico ser grinch). ¿Por qué me disgusta? Porque no soy católica en primer lugar (y no entiendo por qué en las escuelas se hacen posadas y se hace tanto festejo, si se supone que la educación en este país es laica); porque no creo que todas las emociones que "los embargan" en esta época deban ejercitarse sólo en esta época (tópico); por qué eso de los "buenos deseos" yo sólo los tengo para aquellos a quienes quiero de verdad, el resto del mundo puede irse al fondo de un volcán en erupción (si alguien se sintió ofendido con esto, haga favor de no hacerme llegar sus quejas); porque el mundo ya no tiene remedio no importa cuántas veces se festeje el nacimiento del "niño dios" (digo, Niño Dios); porque nunca tengo dinero suficiente para hacer los regalos que querría (de hecho nunca puedo dar regalos, sí, a veces quisiera poder hacerlo); porque se ha vuelto una cosa de marketing (tópico); porque estoy harta de ver hasta la saciedad Mi pobre angelito 1, 2, 3, 4... 83(maldito Maculay Kulkin); también estoy harta de ver El Inocente, con Pedro Infante y Silvia Pinal (aunque prefiero ésta a la anterior) (tópico); porque ya me sé de memoria la historia de Scruge y sus tres espíritus de la Navidad (con todas sus variaciones, la de Bob Esponja, la de Jim Carrey, la de el Gordo y el Flaco, la de Cantinflas, la de Ruby Gloom y las que se acumulen) (tópico); porque en esta ciudad siempre hace un frío del cocol; porque Jojojo, es la risa más fingida que he escuchado en la vida; porque me chocan los ornamentos navideños que son tan de mal gusto, asincrónicos, sin cadencia, carajos, ni siquiera combinan los colores; porque tanto se quejan del calentamiento global y ¿ya se dieron cuenta de la cantidad de luz que gastan con sus mamaditas de lucecitas?; porque tengo 33 años de mi vida festejando la Navidad de la misma forma en la que me obligan a festejar la Navidad (es decir, pódría no festejarla, pero el sermón que me aventaría es tan de flojera, que prefiero evitarme la monserga y festejar); porque etc etc etc, ya todo lo que diga en esta lista, todo, todo, ya es tópico decirlo, claro, a menos que sea usted chino y festeje de forma budista zen la navidad, o yo qué sé.

Para que no digan que soy una amargosa, diré que sí hay algo que me encanta de la Navidad: la torta de bacalao a la vizcaína recalentado para el almuerzo, la torta de bacalao para la comida, la torta de bacalao para la cena, y al otro día vuelta a empezar. ¿Podemos comer bacalao todo el año que sigue? Ok, ya entendí.

Ahí les va pues, pa sus navidades futuras.


Navidad

Y el Dios de la caja parlante creó al hombre y dijo: COMPRA.
Y el hombre, escuálido siervo de la divinidad, obedeció los designios de las luces neón.
Y el mercado abrió sus doradas puertas para abrazar a sus hijos.
Y sus hijos, obedientes corderos, abarrotaron las estanterías para adquirir preciosos objetos inasibles.
Y las perfectas y sagradas adquisiciones consumieron el sudor de un año entero de trabajo.
Y los tiernos corderos viéronse convertidos en camellos majestuosos, eficientes para la carga.
Y sus cargamentos eran maravillosas tarjetas de crédito, pagarés, abonos y embargos innumerables.
Y la sombra carcomía los huesos y la sangre de los camellos.
Y los camellos ofrendaban sus pequeñas voces y sus flácidos pellejos durante la primavera, el verano, y el otoño, al señor Todopoderoso.
Y las estaciones soleadas y airosas dejaban pasar sus días con impaciencia por el invierno.
Y los camellos, inconsciente y penosamente, esperaban el próximo nacimiento del Hijo de Dios.
Y Dios les enviaba a su hijo, para que los camellos se creyeran reyes.
Y los Reyes se creían Magos hasta la próxima cuesta de enero.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Ebriedad y claudicación















Esta imagen es la que mejor expresa la idea de mi entrada: estar ebrio y ya no tener fuerzas para estarlo. O estar tan ebrio, que se tiene que claudicar por fuerza, a pesar de la propia voluntad. Léase con "Night Walk", de Belle & Sebastian de fondo, bueno, si quiere...

Para S. H.


El sábado fue día de ebriedad. Y de pronto, entre un montón de ideas confusas, y de emociones revueltas, y de acontecimientos que han tenido lugar en los últimos días, pensé en mi ebriedad y en sus distintas formas.

Cuando eres adolescente no te pones ebrio, no te emborrachas: te embriagas. Te embriagas no sólo de alcohol, sino de todas las emociones que te va dejando ver, sin dosificaciones, la vida. Por lo general, si eres lo suficientemente apasionado o desinhibido, dejas fluir con libertad tus emociones y sensaciones, todo el espectro de la percepción... y te pierdes en él (hablo de alcohol porque es aceptado comúnmente, y porque, al menos yo, ya he superado ese momento de arrasamiento).

Quizá alguna vez te dejaste ir, e hiciste cosas desagradables. Que no quieres recordar o de las que en verdad no te acuerdas. Yo lo hice, creo que fueron dos las veces.

Y el sábado, por un momento, tuve el impulso de dejarme ir, seguir bebiendo hasta perder la conciencia, y dejarme hacer todo lo que pasaba por mi cabeza en ese momento.

Tenía revueltas en la cabeza, entre otras muchas cosas (he de aclarar, que a mí esto puede sucederme también sin ningún tipo de droga de por medio, así de dispersa soy): mi situación laboral; mi situación familiar; mi estar en el mundo; la forma en la que escribo todos los días sin escribir; la manera terrible y estúpidamente sospechosa en que recién murió una amiga; el quizá demasiado cariño que alguna vez nos tuvimos; los ojos de ese hombre que de a últimas ronda por mi cabeza; la manera en que debo reservarme algunas cosas, porque no es momento de decirsélas; mi maestro Guillermo, qué hará ahora que sabe la noticia de la muerte de S...; y mi amigo M... ahora que ya no tiene a su mujer; por qué le pasó esto; por qué así; por qué no llega tu carta; ¿sí la enviaste?; por qué carajos el servicio postal es tan ineficiente; qué debo hacer de ahora en adelante para Dylan... etc... etc...

Más tarde, una vez que nos salimos de una fiesta para ir a otra fiesta, y terminé charlando con C... de una parte de todas estas cosas, comencé a pensar que por un momento, me hubiese gustado dejarme ir en la embriaguez, y que el trabajo me valiera madres; y que mi familia me valiera madres; y que estar en este mundo me importara un cacahuate; y que escribir ya no me importara más nunca; y que morir me valiera v... (no es que no me valga, es que tengo un hijo y en él pienso todo el tiempo en todos mis actos), para poder dedicarme a investigar por qué mi amiga murió así, o mejor aún, que pudiera demostrar un par de cosas que sé, y que me han ido surgiendo conforme pasan los días, de las cuáles deduzco que esta muerte no fue gratuita, que hay mucha mierda en el medio, pero que no tengo las pruebas ni los datos, para demostrar que los mierdas son mierdas y además putos, y sí, tienen poder; o que no, que quizá todas estas son ideas de mi mente enferma siempre tendiente a la persecución y las conspiraciones, y que todo fue un accidente, un apasionamiento, un hecho fortuito (¿es que así es la muerte, un hecho fortuito? ¿a eso estamos destinados? ¡no puede ser así carajo, me niego!); o que el cariño que nos tuvimos ella y yo estuvo equivocado, que no supimos nunca llevarlo por la buena senda. Quise ser capaz de dejarme llevar por el alcohol y marcar ese número teléfonico, al otro lado del cual estás, y decirte que no sé por qué lo meditas tanto, si entre nosotros todo es transparente, o al menos para mí lo es; decirte que, en efecto, tus ojos me han secuestrado un par de noches mi sueño; y que no me importa si es momento o no de decirlo; quise poder ser capaz de tomar un taxi e ir a casa de Guillermo o a casa de M... para saber cómo estaban y que mi ánimo (mi ánimo, porque uno hace estas cosas por su propio ánimo y su propio bienestar, no por el ajeno) estuviese un poco en paz, al menos esa noche; y seguirme preguntando hasta el infinito por qué te pasó esto, y tener los arrestos para levantarme e indagar, y preguntar, y enjuiciar, y pedir explicaciones; y que (como a otras madres que conozco) no me importe nada de nada cómo me ve Dylan ni lo que hará mañana... ni si llega o no tu carta; ni si me llamas o no; ni me importe el maldito puto servicio postal de este país, al igual que todo lo demás de este pinche jodido país.

Llegué a casa, y anduve un rato vagando, un poco ebria (sólo un poco, ni siquiera estaba borracha), pensando, mascullado, intentando ordenar las ideas, intentando seguir bebiendo... pero luego de todo mi monólogo de perogrullo pensé que ya no tengo fuerzas para algunas cosas, que ya no tengo arrestos para otras, que ya no tengo paciencia para unas más, y que ahora, fundamentalmente, ahora, no me da la embriaguez adolescente de ataño, no me invade la sensación de destruir y patear y golpear, y mandar todo, todo, todos juntos al mismísimo carajo, o viceversa, hacer todo lo que sea posible por todas las cosas que me sean posibles, es decir, destruir o construir. Pensé, y no saben cuánto me pesa, que quizás he llegado a la edad de la claudicación...

Y me dolió.

PD1: De hecho, pude verificarlo, pues en ese mismo momento fue que se me ocurrió escribir esta entrada y no lo hice no más por puro cara dura que soy, nomás por ver qué tanto era capaz de aguantar y decir: "A ver pinche marica, ¿escribes o no escribes?", y me contesté: "No escribo, a ver, ¡oblígame!"... y me fui a dormir. Pero...

PD2: sí, se llama ezquizofrenia, y qué... (yo y mis múltiples personalidades nos entendemos bien).



jueves, 19 de agosto de 2010

Convicciones: escribir con indecencia


Iba a poner aquí,
una foto de la portada de mi libro,
para hacerme la muy muy;
pero luego me acordé,
que no tengo libro…
¡Ajajajajajaja!

Yo

Respuesta a la ponencia de mi Caballo. (O consecución, como mejor le parezca.)*


Convicciones. Ay, mi Caballo, en que honduras te metes. Sí, tenían razón esas gentes: estás lurias.

Si algo tengo cierto en la vida (de lo muy, muy poco que tengo cierto) es que se necesita convicción para escribir. De otra forma, ¿por qué querría uno escribir? Si es un oficio tan despreciado, tan mal pagado (al menos en este país) y tan poco escuchado, reconocido y (lo más importante) leído y que requiere además tanto esfuerzo —claro como no seas amigo de Saúl Hernández y tu abuelita te pague viajes al extranjero para tener “experiencias de vida”.

¿Por qué querría uno escribir, pudiendo ser dentista, contador, ingeniero, taquero o narcotraficante, profesiones éstas bien remuneradas, y sí dejan para vivir y no andar en la cuasi indigencia?

La “cosa”, porque sí es una “cosa”, funciona más o menos así. Si algo me apasionó desde que descubrí la literatura en mi adolescencia, es la forma en que descubrí como esos hombres y mujeres que he leído han sido a través de los tiempos los más desgarrados y los más verdaderos, y van guiados no por lo que dicta el estatuto social de moda, sino lo que ellos tienen en la entraña. Eso pasa cuando eres adolescente. De pronto te viene la calentura y comienzas a escribir, o a creer que escribes. Si eres tanto más avezado comienzas a inmiscuirte en circunstancias escriturales, es decir, buscas un “taller literario” o “amigos” que escriban. Y si la vida te sonríe logras encontrarte como en tu “ambiente”, digamos.

Y es aquí donde viene el momento difícil; el quid, para que no digan que no soy intelectual.

Si tienes un tantito de talento, aunque sea poquito, o aunque sea sólo talento para hacer relaciones púb(l)icas, viene el momento culminante en que alguien te dice: “Oye, ¿y por qué no publicas?” Yo no sé quién dijo que publicar en este país es difícil. Lo que es difícil es publicar cosas de calidad.

Y si tu ego es tantito grande, aunque sea poquito, cometes la burrada de dejarte guiar por la calentura. ¡¡Claro, cómo no se me había ocurrido!! Publicar. Esa es la idea, no importa qué ni cómo, pero ha de ser muy gozoso tener un libro en las manos que lleve tu nombre (imagino), qué mejor si es un libro de poesía, porque nadie le entiende, y entonces se va por la vida recibiendo elogios, adulaciones y vivas y hurras (sí, porque es lo mejor que se puede hacer con los poetas: “seguirles la corriente”, porque están loquitos e igual nadie les entiende e igual ellos ni se dan cuenta de que nadie les entiende, con que los lean sus amigos, sus papás y su perro es suficiente).

Entonces ya acalenturados (o como dijera mi madre: “ya encarrerado el camión, que chingue a su madre el pasaje”), y con los contactos necesarios, ¡publiquemos! Pues qué chingado… y en la búsqueda de la publicación se descubre que hay unos subsidios conocidos como becas y concursos. Ah, porque no es cierto que el gobierno nos desprecie a los ciudadanos, no es cierto que le interese tenernos en la más profunda de las ignorancias, no es cierto que al Estado le interese acallar las voces que lo critican, no, no es cierto, pura falsedad… el gobierno da dineros a personas que se saben “intelectuales” y que tienen cosas por decir, al Estado le gusta tener hijos que sean “inteligentes” y que escriban, y que hagan de la vida un estadio hermoso con sus maravillosos versitos de colores. (Pero acaso no hay mejor forma de mantener controlado al enemigo que sabiendo de cerca qué demonios está haciendo, con quién habla, lo que dice y cómo lo dice… es duda).

Y si uno perdió en estos dos trances anteriores la poca inteligencia que tenía, pues se monta en lo que yo llamo la “farándula literaturesca” que es: concursos >> becas >> premios >> publicaciones >> grupies >> alcohol >> presentaciones >> más grupies >> adulaciones >> cheques (nada sustanciosos) >> lubricidades >> y tengo que escribir para el concurso tal >> y tengo que escribir para el concurso cual >> y tengo que mandar texto para la convocatoria >> etcétera>> (y no sé por qué esto me suena como a pizzas a domicilio, así que no veo dónde está el trabajo intelectual).

Y luego se encuentra uno con personajes que dicen (subidos en un pedestal): “pero si yo este año, llevo escritos 23 libros”… ay cabrón, oiga, tome usted pepto bismol, por favor, no joda. [Si no pongo el nombre del sujeto, es porque mi familia (no yo, yo no importo), mi familia puede ser exiliada y perseguida en el Estado de México.)]

Lo anterior lo escribo, para que Caballo sepa (lo sabe, lo sé) que hay casos peores que el de su amigo el “decente”. Al menos, el quiere ser decente y tiene buenas intenciones. Hay otros, que no conocen esa palabra ni de lejos.

Y yo no entiendo, en todo esto, dónde está el verdadero ejercicio de escribir. Dónde están las convicciones, como bien pregunta mi Caballito Bronco.

Es triste, mucho, llegar al punto en el que se quieran escribir “poemas decentes”. No, así no. No quiero. Me resisto.

En mi caso, yo sobreviví no sé cómo a todas estas calenturas. (No por mucho tiempo, tampoco me ufano.) Sin embargo, digo sobreviví, porque no he publicado nada de lo que me avergüence, no he publicado nada porque me haya sido pedido para llenar páginas de antologías, no he publicado nada apadrinada por nadie. Y en todo caso, jamás he avergonzado a quienes pudieran ser mis padrinos. He esperado, a pesar de la clamidiasis. ¿Por qué? Porque yo no quiero publicar poemas “decentes”. Yo soy ambiciosa y sí, si quieren, mamona y ridícula, tal vez. Pero yo quiero publicar cosas indecentes. Indecentes de esas que se te cuelan en el hígado; indecentes de esas que saltan de la página y te dan de bofetadas; indecentes como puta de la Merced: puercas, y apestosas y con gamborinos; indecentes porque rompen madres; indecentes para que evidencien el mierdero en qué vivimos; indecentes para quejarme y recomponerme de la vida que me tocó; indecentes hasta que les salgan gusanos; indecentes hasta que escupan gargajos; indecentes así a secas y a mojadas, también.

¿No acaso son las obras más indecentes, las más recordadas en la literatura? Yo no quiero escribir para nadie, ni para obtener un cheque. Gracias a mi madre, sé trabajar y ganarme la vida con el sudor de mi frente y los callos de mis manos (sí, tengo callos: del lápiz en los dedos, y del mouse en la palma de la mano, y últimamente, también tengo síndrome del túnel del metacarpo, o cómo se llame), y no me hace falta que el gobierno me subsidie ni me aplauda ni me mueva la cola.

No es que odie al gobierno (jajaja). Es que me gusta decir, lo que tengo que decir cuando tengo que decirlo. Es que me gusta pensar que al menos en lo que escribo, yo soy la que controla mi universo (porque no tengo más espacio que ése), sino mejor escribo guiones de tvnovelas, qué carajos. Es que me gusta pensar, que me va la sangre y el vómito y la bilis en mis palabras. Es que me gusta creer, que tal vez algún día escribiré algo que le signifique a alguien, aunque no vaya un cheque ni un título nobiliario de por medio. Es que me gusta creer, aún. Mal vicio.

Sí, yo quisiera pensar que algún día podré hacer una “literatura” ya no transformadora, al menos “literatura”, dicha ésta con garbo y con respeto y quitándome el sombrero, y no pensando que es una puta que se compra en cualquier burdel de tres mil pesos al mes. Pero como la codicia me corroe, sí, también quiero un “literatura transformadora”, no de países, soy incapaz de emprender tan heroica tarea. Transformadora de palabras, de voces, de lágrimas. Transformadora de miradas, de perspectivas, de dolores en el vientre.

Ya lo dijo mi Caballo el otro día: “Vivir es una tragedia”. Pues a mí escribir, me ayuda a mascullar mi tragedia cotidiana, a gritarla, a putearla, a digerirla, a complacerla, a intentar de remendarla, a fingirla, a amarla. Y si me coge tantito la vanidad, me gustaría pensar, que alguna vez, también ayudará a alguien, uno solo, con la suya propia jodida tarea de existir.


Nota: Sí, es posible que luego de esta perorata, haya quien me diga: “No estés chingando, enseña las armas, ¿a ver?” Y no es que no las quiera enseñar, es que las estoy puliendo y aceitando; pero mi codicia es tal, que muchas veces me he preguntado, si de verdad me basto para escribir lo que quiero y necesito, como lo quiero y necesito. Y me lo pregunto todo el tiempo. Sí, haré el intento de cualquier modo. Sí, de cualquier modo terminaré prostituyéndome porque es la única forma de hacerlo. Sí, de cualquier modo este modo de hacer las cosas terminará por agarrarme las nalgas algún día. Sí, es posible que si algún día publico, alguien diga “¡No mames! ¿Y por estas porquerías haces tanto escándalo?” Pero al menos, yo sabré, que lo hice con dignidad (palabra hoy tan en desuso y tan sin ejercicio). Sí, también es muy posible que luego de todas estas cosas que escribo aquí, nadie quiera publicarme, eso no es algo que me atormente. Así que llegado el momento, ya veremos dónde y cómo hay que dar los jabs y los nock outs


* Caballito fue invitada al encuentro de escritores jóvenes en Monterrey, y escribió una ponencia titulada: “¿Existen convicciones en la literatura mexicana joven?”.

martes, 8 de junio de 2010

33 y 6 días

Eres un país de luz, me dijo @cecilia
Tu cabello huele a mi infancia, me dijo @alonso
Chinaski, Chininicuil, China de mi arma, me dice @lorenza
Vieja, me dice @blanquillo
Chinita linda, me dice @micaballito
Mamá Hulka, me dice @dylan
China del cabello, me dice @ivanventura
Hija de tu madre, me dice @mimadre
Nena, me dice @micarnal

Ognuno sta solo sul cuor della terra
traffito da un raggio di sole:
ed è subito sera.
Salvatore Quasimodo*
El sábado cumplí 33 años.

Me disgusta que las personas se quejen de cumplir años. Al menos en mi caso todos los años han sido ganados a pulso, sístole-díastole, me he encargado de vivir la vida con pasión encarnizada.

Duele, no duele, carcajadas, lágrimas, frustraciones, zarzamoras tus besos, enamoramientos, Some of these days / You'll miss me honey, amar y desamar, armar y desarmar, sombrillas descompuestas, abandonar, ser odiada, provocar y ser provocada, poemas, templos de poemas, seducir y dejarme seducir, leer, comer, beber, escribir, siempre escribir, qué más da, speed jab, golpear y ser golpeado, jab, ganchos, curvas, bailar y dejarse apretar, power jab, los labios de Mohammed Alí, volver a reír hasta llorar y llorar hasta que sea ridículo y escupas carcajadas, nock out, seguir, moverse hacia delante, recular, recular y aventarse, bungee, flotar (experta flotadora, informes aquí), movimiento brownoideo, seguir, seguir, flaca, juntar, vincular, chocar, rozar, acariciar, lamer, morder (gggrrrr), arañar, hambres y fríos, consuelos y abrazos, erratas, refugios y orfandades, cálculos en la vesícula, pastillas aciditas en el corazón, embriones en la sesera, niño hermoso, caballito de madera, hojita de yerbabuena, musaraña peluda, Dylan, bosque de leche, leche con rock&roll, rockerista en potencia que saca la lengua, Dylan, jedai poderosamente negro y malo muy malo, y yo, caída y levantada, golpeada, vejada, restaurada, y el Parker y su saxofón, nueva, infinita, rizada, con manchas y batallas desiguales, garras, güevos, ternuras, diccionario entero de ternuras, Géminis, doble x 44, secretos, la voz de Jeff Buckley, rincones, resquicios, casualidades, azares, terrones de azúcar bajo la mesa, gorda, miradas, miradas incendiarias, Rita Guerrero que me imita, amados, miradas morenas, peces dorados en las vidrieras, comas y puntos, Tlanixco, miradas profundas y amargas, miradas de odio (sí, me han odiado), slam, manos que te detienen, no caigas, codazos, insubordinadas, rodillazos, sobadas, piolines misteriosos en los bolsillos, golpes bajos, traiciones, culer@s, cariños, chocolates, tequilas, óleos y Etienne, mezcales, garañonas, murales, espejos, yo y mis múltiples personalidades, y las de Lorena y las de Blanca, y charlas, charlas para componer el mundo y destruirlo y volver a componerlo, charlas sin fin y sin remedio. Y Ossip. Punkear y ser punkeado. Agua de guanábana. Otto Dix mirando en la ventana a La Maga. Amor. Amor con alta. Amor con altas todas. Amor mi Dylan. Amor tú que estás y tú que ya no estás. Amor yo, sin bronca alguna, mi familia, yo, nueva, vieja, suicida, Wong, siempre suicida, Ixtab, y un dele, delére, para borrar, y manchas de carmín, tatuajes, muescas con sangre, y un Caballito de Troya y una Princesa Ponk, y libros, más libros, leer de nuevo, hermosa, mirarte, más huevos, más libros, más harina, miel, todo miel, terrorismo poético, mami, mamacita, provocar, provocativa, ocelote, ocelote solo, ocelote en la cocina (no soy sólo glamour), ocelote en la jungla, ocelote de peluche, flores en mi jardín, mates que me llegan de La Rioja, Odiseos gruñonsones, nuevos poemas, más manchas, me la pelan forever, me emperro, me oceloteo, me aferro, y la guitarra de Bert Jansch, dedo meñique del pie izquierdo chueco, y la barba de John Renborn, elefantes cojos de un cuerno, más rizos, largos, cortos, desgreñados como siempre, prohibidos los peines, y Kurt rubiecito gritando, laberintos, ideas, más ideas, viajes y moretones, otra vez ideas, otra vez risas, me Río de Janeiro en tu sonrisa, tapires, abrazos, demonios tus besos, calurosos, la sicodelia de McLaughlin, besos tiernos, topes en la pared, ternuras, más ternuras, las quiero todas, y armas, muchas armas, blancas y rojas y negras y palabras, Brueghel y sus babeles, y mordidas en los hombros, puntos suspensivos, y cartas, más cartas, cartas que no escribo, que sí escribo, cartas de Berthe Trépat, cartas que mando, que no mando, cartas que no he quemado, I wanna be your dog, preguntas, momentos de reflexión, caracoles, momentos ocelotunos, aquí y ahora, muchas preguntas, toneladas de preguntas, cientos de millones de preguntas, gerberas, sigo y estoy, sola, acompañada, libre, más libre, muy muy más libre, higos y uvas, prohibido asaltar mi libertad, besos y besitos, besos de mordida, atrás de la raya, gozosa, feliz, feliz, serpentina con globos, abrazos, helado de chicle, abrazos gordos, lista para lo que sea, abrazos largos, nueva de nuevo nuevamente, abrazos de cucharita, quién me detiene, feliz como nunca, crucifíquenme que estoy viva, c'mon baby, quiero un Oliveira, ¿o era un Traveler? bleh... ¿y ahora qué? soy inmortal, inmoral e invencible, kamikazeeeeeeeeeeeeeeeeee... jm!
* Uno está solo sobre el corazón de la tierra / traspasado por un rayo de sol: y de pronto la noche.

martes, 11 de mayo de 2010

De poetas y freelancers, parte tú

The favourite poet (1888), de sir Lawrence Alma-Tadema,
esta visión romantiquisíma y hermosa


Ah, pues que íbamos a hablar de los poetas, ¡qué güeva! Lo cierto es que ya me había dado flojera escribir esto, pero siempre digo que habrá una segunda parte que nunca escribo, y pensé que ahora sí tenía que cumplirles, no se vaya diciendo por ahí que no soy cumplidora, ¡í’iñor!

(Antes de seguir leyendo le aclaro que aquí dejaremos de lado la definición etimológica de poesía, que proviene de poiesis, y etcétera, recuerde que éste no es un bló culterano, no me interesa aquí hablar de la creación entera, no tengo la capacidad ni el espacio suficientes, y no, tampoco soy diosa, aunque quisiera... Hablaremos aquí de los escribanos, los locales y quizá los que conozco, y también de los que no conozco, pus qué.)

Pues bien, ser poeta, pues no sé qué es, sólo sé que viene con las hormonas probablemente (como diría Guillermo: “Eso son ganas de coger”), como a eso de los 17 o antes si usted es más bien precoz y si en su casa le enseñaron y le pusieron libros a la mano. Aunque cuando se superan las ganas de coger (en algunos casos, claro). Vienen las ganas de publicar y ser famoso en la mayoría de los entes (de los entes que escriben, digo), y peor aún, las ganas de ser en serio poeta, chanfle.

Pero, ¿qué es ser poeta?... de veras, ¿qué es ser poeta?

Pues según yo, ser poeta tiene que ver, antes que escribir, con tener una hípersensibilidad ante los estímulos mundanos y los internos; tener corazón hervido de pollo; tener lágrima fácil (manque uno se las aguante) y corazón de unidad habitacional (los condominios no son suficientes para las cosas que habitan el corazón de un poeta); tiene que ver con enamorarse de la vida y de la muerte; de los seres humanos: los hermosos y los nauseabundos, los honestos y los pérfidos; tiene que ver con tener los ojos grandes y siempre abiertos (o cerrados, depende de dónde se mire) para contemplar los detalles y la inmensidad de los lugares por los que se posa la pata; con tener las manos largas, tentonas (a mí me han corrido algunas veces de algunos museos porque me gusta tentar cosas y personas, y...), delicadas y violentas; con tener la oreja dispuesta a que en ella aniden los más terribles colores y sustancias, a que se queden ahí guardadas las más terribles combinaciones sonoras; con tener olfato de abeja y gusto de gourmet aunque sea para comer tacos afuera del metro y detectar el Scherichia coli, por no hablar de los besos y otras cosas viscosas; en fin, tiene que ver con flotar en medio de la realidad y ser capaz de apresar muchos de los detalles que ésta nos da día a día (que quede claro que esto es lo que yo creo, para más aclaraciones, busque en la columna derecha de este blog, la cita a Diane Wakoski).

Luego ya viene lo de la escribidera y eso ya es distinto, para mí un poeta (y yo aún no soy de esos y tal vez nunca lo seré), un gran poeta es aquel que puede hacerte sentir su emoción a través del tiempo, la lengua y el espacio, no importa qué diga, cuándo, cómo, por qué o para qué, o en qué idioma, si lo escribió y ha logrado tocar tu conciencia, ése es un gran poeta. No importa qué haya dicho, ni qué palabras haya utilizado, si lo escribió y cuando lo lees tienes la absoluta certeza de que no hay mejor forma de decir lo que está ahí escrito, y si más aún, te saca lágrimas o sangre y lo llevas por el resto de la vida marcado como una muesca de batalla en la piel, ése es un gran poeta, pero, y aquí viene el gran

PERO

resulta que ahora todo el mundo se cree poeta. ¿Y esto por qué pasa?

Pues pasa porque en un pueblo inundado de ignorancia, en una sociedad básicamente analfabeta, vulgar e insensibilizada como la nuestra, a cualquier barbón se le hincan (como en la primera parte, “cualquiera que tenga un lápiz en la mano, puede ser corrector”), con cualquier charanda se embriagan.

Pasa porque hay un sinfín de becas y bequitas, de premiecitos y premiesotes que tienen como única finalidad agarrar de los güevos a quienes escriben para que no escriban lo que ellos en verdad quieren escribir. O para que quienes se creen rebeldes estén inmiscuidos en cualquier cosa antes que en la rebeldía, no vaya siendo que... O tal vez no. Porque quizá tampoco tengan grandes cosas que escribir. Igual pasa en los grandes sistemas de investigadores, eh. Me pueden llamar paranoica si quieren, pero yo creo que arriba, más arriba de donde mis ojos alcanzan a ver, hay un plan siniestro, que tiene que ver con mantenernos a raya a todos, y ni cuenta nos damos de cómo, o nos acomodamos y que se chinguen otros.

Yo digo esto, porque también conozco a varios, por no decir muchos, que escriben con la única finalidad de no tener nunca que trabajar, lo cual, no está mal (quizá yo escriba esto nomás de pura envidia roñosa, porque yo sí trabajo), pero que a la hora de la hora, terminan presentándose a su última tutoría del Fonca con la misma pinche cuartilla (sí leyó bien, “cuartilla”, una, una solita, o bueno, cinco, pero eso no es un libro ¿verdad?), que escribieron al inicio del año, y todo por qué, porque hubo una mano peluda de por medio que les otorgó la prebenda. No digo que estén mal las prebendas, si se tienen que se aprovechen, está bien el encaje pero ¿así de ancho? ¿Y entonces que hay de los intelectuales que critican al poder? Jaja, pues esos creo que ya no existen, al menos no son conocidos ni publicables ni publicados. Porque a estos mismos yo también los he visto quejándose del gobierno y del “sistema” en el que vivimos, pero no se puede criticar si de ahí se come, no se puede tratar de componer el país si uno es un mantenido de los contribuyentes...

Se arman encuentros, lecturas, centros culturales, en donde las actividades poéticas tienen que ver con reunir grupies para los poetas (grupies que creen que un escritor municipalido puede ser comparado con Raymond Carver, ¡imagínese!), decirle al de al lado, «“maestro” que buenas cosas escribes», pedirle autógrafos, chaquetearse mientras el o la poeta lee sus malos textículos, acercársele, tocar su sagrado manto, o mirar el airoso caer de sus pestañas, y pensar que uno ya está inserto en la cultura nacional, y ¡ppfff! ¿de veras esto es la cultura nacional? ¿Qué tiene que ver todo esto con ser poeta?

Hay una gran falta de autocrítica en la literatura actual, sobre todo en la poesía. ¿Por qué en la poesía? Pues porque es el género en el que es más complicado y subjetivo decidir qué es bueno y qué no lo es. Sin embargo, ser poeta según yo, no tiene que ver con nada de todo esto. Ser poeta es como cualquier trabajo, hay que machetearle, hay que hacer la mezcla, pegar los adobes, derrumbar la maldita barda que quedó torcida, volverla a levantar. Que salgan ampollas y callos en las manos, o en donde tengan que salir, ¡chingao! Ser poeta es un entrenamiento diario que debe hacerse consuetudinario.

(Pasa lo mismo que en la entrada anterior, así como se creen editores personas que han visto y tocado tres libros en su vida; también se creen poetas, entes que en su existencia nunca se han tomado la molestia de trabajar para ello, o que trabajan en cantinas, en hoteles, o en algunos cruceros boleando zapatos, etcétera.)

Así es la vida y el mundo y yo no voy a cambiarlos. ¿Qué yo que hago? ¿Qué por qué me doy el derecho de escribir esto? Nomás porque quiero, nomás porque yo sí tengo respeto por estas dos cosas que hago en mi vida y sin las cuales mi existencia no tendría razón: editar y escribir. Y todo este alegato me llevó a recordar el texto que cito enseguida, sobre el trabajo del poeta. Ahí se los dejo...


Manifiesto: pan en contra del reloj de Mozart (1964)
Lew Welch

Yo no creo que haya una guerra entre los hipsters [golpeados, vagos, aventureros] y los squares [cuadrados, conformistas], y si la hay, yo no participo en ella. Soy un poeta. Mi trabajo consiste en escribir poemas que leo a gritos, publico y estudio. Aprendo el modo de convertirme en una clase de humano que tiene algo de valor que decir. Éste es un gran trabajo.

Naturalmente, me muero de hambre hasta perecer. ¿Naturalmente? No, amigo, eso no tiene sentido.

(“Mira, muchacho, si quieres pagar tus deudas tienes que salir en busca de un trabajo”.)

Yo tengo trabajo. Soy poeta. ¿Por qué tengo que hacer también el trabajo de otro? ¿Quieren que sea carpintero? Soy un pésimo carpintero. ¿Alguien le pide a un carpintero que escriba mis poemas?

Aunque de pronto estoy trabajando 20 horas diarias en un barco pesquero (es un bello trabajo y tiene su gracia, pero ése es otro cuento, por qué no gano el dinero suficiente en esa labor, ese es otro cuento). Y luego me doy cuenta de que no he escrito un poema en ocho meses. Estoy muy cansado. Todavía no puedo pagar mis deudas, 125 dólares al mes en San Francisco; la frugalidad es uno de los trucos de la ocupación del poeta.

Mientras tanto, los editores (“Lo siento, no hay dinero para los poetas”) imprimen mis poemas —muchas veces leo mi poesía en público (todo es beneficioso, pero no tengo pan para comer) etcétera, etcétera, etcétera.

Me arruino. Mi cerebro, literalmente, mordisquea bajo la extrañeza de ser poeta con éxito en tanto que ÉSE ES MI TRABAJO (todos están de acuerdo en que es un oficio bueno y noble y todo eso) repudiado.

NÓTESE, POR FAVOR, que nada de lo dicho tiene que ver con la generación beat, con Estados Unidos, ni con los hipsters ni conformistas —es algo tan antiguo como Mozart. Esta contradicción yo la veo así: pan en contra del reloj de Mozart (“no le paguen a ese tipo, sería muy vulgar plantearse que su trabajo es inapreciable. Mejor regálenle un reloj. Pero asegúrense de grabar un mensaje en el reloj, para que el tipo ese no vaya a empeñarlo”).

Como dije, estoy arruinado. Me fui a vivir al bosque durante casi dos años. Viví en una choza ubicada a 740 kilómetros al norte de San Francisco. Ahí trabajé. Bebí agua de un manantial. La choza está cerca del río Salmón. No tuve deudas ni billetes. Bajo el amparo de aquel hogar.

En noviembre volví a San Francisco, casi sano. Llegué con muchos poemas y algunas respuestas nuevas. En el bosque aprendí muchísimas cosas, y una de las más extrañas es ésta: los apuros que pasa el poeta (la contradicción entre Mozart y el reloj) se deben en parte a nuestros errores. MILES DE PERSONAS APRECIAN REALMENTE NUESTRO VALOR Y NUESTRO TRABAJO. SON PERSONAS QUE QUIEREN AYUDARNOS —¡PERO NO SABEN CÓMO!

Si somos tan cabronamente creativos, tendremos la posibilidad de resolver este problema, sobre todo por la gente que está de nuestro lado. Pues este problema no es sólo de los poetas. Es incluso, el mismo problema para establecer una ruta en panga. ¡Me niego a creer que un país rico no tenga medios para establecer una ruta en panga!

Estoy a favor de la Belleza y del Gozo y del Amor y de la Verdad, en todas sus formas. Soy poeta. Me percato, finalmente, de que parte de mi labor consiste en demostrar que podemos tener medios para sostener la poesía y las rutas en panga y el buen jazz vivo y los grupos de danza y muchachas en charolas de pescados* —¿y cómo podríamos vivir sin estas cosas? Sin estas cosas, la ciudad sólo sería un Enorme Mercado, vulgar, horrendo y peligroso— sin interés ni gozo, sin señales para nadie.

Por principio, debo resolver mis necesidades materiales. Sin causarle ningún tipo de molestia a mi comunidad; sin pedir limosna ni atacar a nadie. Debo pagar todas mis deudas y dedicarme a mi verdadero trabajo, que es el de poeta.

Sólo entonces podré atender otros problemas para resolverlos —y de nuevo, digo que sin causar molestias, sin mendigar, sin ataques. Sablear al prójimo en las cruzadas de caridad es algo que está fuera de lugar.

El próximo sábado 12 de junio, a las 20:30 horas, en el auditorio Old Longshoremen, en la avenida Golden Gate 150, conocerán más sobre esta polémica —donde Gary Snider, Philip Whalen y yo leeremos nuestros nuevos poemas.**

¡Vengan a ver cómo aparecen las visiones utópicas frente a sus ojos!

¡Poemas! ¡Regocijos! Como dijo George Herms, poeta-escultor: “¡Dios dice que sí se puede, Luisa!”

Y todo al módico precio de un dólar.

* “Muchacha en charola de pescado” era un espectáculo ilusionista que se presentaba en la cabaret Bimbos 356, en San Francisco, durante la década de 1960. (N. del t.)

Dolfina
Según averigüe, la muchacha en charola de pescado, salía más o menos así (como en la imagen de arriba) al escenario, y luego, terminó por hacerse la imagen del Bimbos, así que se imprimía, en los artículos promocionales del mencionado tugurio. ¡Me encantó! (N. de la que escribe aquí.)
** Lew Welch leyó este manifiesto por la radio, en San Francisco, para invitar a la mesa redonda titulada “Pan y poesía”, con lecturas de poemas de los beats mencionados. (N. del t.)

Anaya, José Vicente (comp. y trad.), Los poetas que cayeron del cielo. La generación beat comentada y en su propia voz, segunda edición, México: Casa Juan Pablos, 2001, p. 267-269.

Notas
1. A diferencia de Lew, yo sí fui carpintera, así que también de eso puedo hablar.
2. Sí, me dan envidia las becas, jaja, pero tantito nomás, porque así yo puedo escribir lo que quiero escribir, cuando yo quiero escribirlo (como también dice en la columna de la derecha, desconfío de los grupos).
3. Decidí ser editora, porque en efecto, de poeta uno se masca la suela de los zapatos. Y me gusta comer.
4. Sí, trabajar deja poco tiempo para escribir, por eso es que escribo con tanto despecho de quienes tienen becas y premios, jojo. No, también hay gente que respeto y admiro en todo esto, no es una generalización. Que quede claro que no estoy en contra de los métodos con los cuáles se obtienen becas y premios, "en la guerra y en el amor, todo se vale", no importa de que amor hablemos; lo que me saca de quicio, es que el cinismo sea tan grande que los beneficios de verdad se obtengan por no hacer nada...
5. Sí, en efecto, si me dieran una beca o un premio, lo disfrutaría. Como dije arriba la crítica es a quienes obtienen todo de gratis, como “elmejoreditordelmundo” y “elemejoreditorconbuenojo”.

martes, 30 de marzo de 2010

De freelancers y poetas, parte guan

Este viejito de aquí, es San Jerónimo,
el patrono de los editores y libreros,
no soy católica, pero como más vale prevenir que lamentar,
encomiéndome a ti.


Para Guillermo Fernández, Ricardo Garduño, Benjamín Chimal, Antonio Reina, Pilar Tapia, Miguel Ángel Guzmán, Carmen Vieyra y todos aquellos, que con paciencia y zapes (figurados, claro) me han enseñado algo en este bendito oficio.

Advertencia: Si tiene flojera de leer, mejor búsquese otra cosa, porque la neta este post sí está bien chorero, me salieron hartas cosas de mi ronco y ex fumador pecho, y no quiero aburrirlo. (Ah sí, esta primera parte está dedicada sobre todo a los freelancers, ya en la que sigue hablaremos de los poetas.)

Así como si nada, me doy cuenta de que han pasado casi seis meses desde la última vez que escribí algo aquí. Y como siempre, me da el síndrome de El libro vacío.* Que como diría Octavio Paz en el prefacio a éste es la imposibilidad de escribir y la necesidad de escribir, el saber que nada se dice aunque se diga todo y la conciencia de que sólo diciendo nada podemos vencer a la nada y afirmar el sentido de la vida.

Y digo escribí algo aquí, porque en realidad escribo todo el tiempo. No las cosas que yo quisiera, pero escribo. Tengo un trabajo en el que a diario estoy exprimiendo mis ojos, mi cerebro y las teclas de esta computadora. Ya sé que muchos se lo preguntan, ¿a qué me dedico? Pues bien, soy editora, por ahora, editora de libros de texto para secundaria.

Tengo 32 años de los cuales he dedicado 12 al trabajo editorial y he hecho de todo tipo de libros: culturales, comerciales, de literatura, técnicos, traducciones, revistas universitarias, de educación superior y media superior, gubernamentales, customs, boletines, etcétera. Y lo he hecho todo (editorialmente hablando, claro), menos un libro mío. En esas ando desde hace como dos años, pero soy tan ambiciosa que quizá nunca pueda terminar de escribir lo que quiero, como lo quiero.

En cuanto al trabajo en libros de texto, es arduo, difícil, demandante y, sin excepción, me deja exhausta; además de los múltiples entuertos que hay que resolver a diario, que le sacan canas verdes hasta al más zen. Eso sí, luego de haber hecho esto puedo hacer cualquier cosa, estoy curtida.

En mi trabajo comencé siendo correctora. Lo cierto es que comencé siendo “la menos peor” de una lista de cinco o seis candidatos para un puesto de correctora ortotipográfica. Y me quedé. Pero como nunca estoy conforme, avance, busqué, pregunté, estudié, y ascendí, mejor dicho, me ascendí a correctora de estilo. Volví a preguntar, a buscar, a avanzar, a estudiar y llegué a editora, y hasta aquí vamos bien. Creo que esta es la parte que en verdad me gusta aunque sea una relación amor-odio (siempre más amor, y no lo digo sólo yo, lo dicen muchos en este medio). En fin... ¿a dónde voy? Pues voy al trabajo independiente, al tan mal llamado en México trabajo de free lance. Y digo mal llamado, y digo en México, porque en este país, nadie, a veces ni los propios trabajadores independientes respetamos nuestra labor, y es falso que sea free (de hecho si uno quiere comer, tiene que ponerle más empeño que al trabajo formal).

Hace unas semanas alguien publicó en twitter un post en un blog sobre el trabajo independiente, y sobre la forma en que este trabajo se malbarata y se mal paga. De 12 años en el trabajo editorial, durante 10 he sido independiente, así que sé de qué hablo y tengo autoridad para hacerlo, la misma que me da haber sobrevivido, más o menos bien, durante esos 10 años de esta modalidad de trabajo.

En el texto que menciono, se quejaba alguien de que ahora se buscan creativos a costos bajísimos. De que se publican anuncios semejantes a “si usted es creativo y cobra bara, venga, aquí lo empleamos”.

En efecto, el mundo del free lance está plagado de malbaratismos y de ninguneos, y en el medio editorial más (seguro que me excomulgan del gremio luego de esto, pero los gremios siempre me han importado una pura y dos con sal y chile piquín). Pero yo creo que los errores no sólo los cometen los empleadores, sino también nosotros como trabajadores.

Así que, veamos cuál es el meollo del asunto, según yo, verdad.

Pues comencemos con lo que decía un ex jefe mío: “Ocelotita, claro, en este país cualquiera que tenga un lápiz en la mano, sepa leer y escribir, y no tenga empleo, podrá llegar y decir, ‘soy corrector’”. Y, en efecto, es aquí donde comienza el conflicto: no importa qué tan bueno seas, no importa cuánto estudies, ni en cuántas editoriales hayas trabajado antes, siempre encontrarán a alguien que cobre menos que tú, aunque luego terminen pagando el triple de lo que cotizaste porque lo hizo todo mal, y es peor enmendar que hacer de cero.

Sin embargo, en el camino, he conocido personas que por la urgencia de tener trabajo bajan sus precios (yo misma lo hice en una época muy prangana de mi vida), aunque sean buenos. Pero esto no es bastante, además de lo poco que a veces pagan y uno acepta, te pagan hasta finalizado el trabajo y cuando llega la hora de entregar el recibo o la factura te salen con que “ah, lo olvidé, pagamos a 45 días” (que en realidad son 60).

Entre que terminas el trabajo y entregas el recibo, te llaman todo el tiempo para presionarte, a todas horas, todos los días, sí, absolutamente todos los días de toda la semana, de todo el mes (hay que dejar en claro, que confrontado con un empleo “estable, en nómina o en blanco”, un freelancer nunca tiene prestaciones, ni tiempos libres, ni vacaciones, nunca se cansa, nunca duerme, no mea, ni caga, ni come, ni se enferma, no tiene religión, ni ama a la patria, no paga renta y sus cuentas siempre son pacientes, pueden esperar más de lo imaginado; es decir, un freelancer es casi un cyborg dispuesto a las órdenes del mejor postor, o de su hambre, claro).

Me pasó también que al llegar a una entrevista para saber si me daban o no el trabajo, al momento de ver mi CV me decía esta vieja: “Qué lástima, pero no tienes licenciatura”, y me seguía preguntando cosas, y cada dos preguntas me decía con mirada de lástima “...pero es que no tienes licenciatura”... Señora unamita (porque trabaja en la UNAM), ¿que cree? la licenciatura nunca me ha hecho falta, soy autodidacta y tengo mucha más experiencia y conocimientos que cualquiera de sus alumnitos, ah, y he hecho publicaciones mucho más importantes que su bolentinzucho mal diseñado, mal redactado y mal publicado.

Y si te descuidas, de pronto te dicen: “Oye, y sí además de la corrección de pruebas, ¿buscas las fotos? ¿Y si además de la corrección de estilo, un día de éstos te vienes a sentar aquí con el capturista a verificar que las haga y luego cotejas? ¿Y sí, luego de corregir vas a mi casa y la trapeas y lavas mi ropa?”. ¡Claro! todo por el mismo boleto...

Si te descuidas aún más, luego de todo esto, hay veces que ni siquiera te pagan (por cierto, Karlita No Recuerdo Tu Apellido, ¿recuerdas que te corregí y te reestructuré tu tesis de arquitectura sobre el Palacio de Bellas Artes, y gracias a eso te titulaste y nunca me acabaste de pagar? ¿Cómo luce mi título en la sala de tu casa?). En ocasiones te buscan lo que yo llamo el “pleito ranchero”**, y luego de hacer una “revisión minuciosa” de tu trabajo resulta que:

Empleador: Oye, me da mucha pena pero no hiciste lo que te pedí, yo te pedí una corrección ortotipográfica, pero hiciste otra cosa.
Freelancer: Eso fue lo que hice, a ver, dime ¿qué es una corrección ortotipográfica, según tú?
Empleador: Cof, cof, este... bueno, mira, es que se te fue un acento en “policíaco”, y aquí en la cornisa, ¿ves? debía ir un guión corto, y se te fue uno medio.
Freelancer: Oye, pero así dice tu manual de criterios editoriales, y policíaco puede, o no, llevar acento.
Empleador: Bueno, es que te dije que me tenías que entregar el miércoles, y hoy es jueves.
Freelancer: Pero... mira tu calendario!! Hoy es martes!!
Empleador: Bueno, pues vuelvo a revisar tu trabajo y ya te llamo yo para decirte cuándo te pagamos...

Obviamente esa llamada no llega nunca... Y si uno hace el intento de cobrar ese dinero, pueden suceder muchas cosas: la de siempre, que no te vuelvan a contratar; que te evadan o te hagan múltiples citas para dejarte esperando, que te fastidies y nunca más vuelvas a joder; que te boletinen en otras empresas diciendo que eres un pésimo proveedor; que te dejen colgando del teléfono horas y horas, de tal forma que cuando al fin te pagan, ese dinero ya lo debes de teléfono; y la peor: que nunca te paguen y sí utilicen lo que hiciste para publicarlo.

Bueno, estos puntos malos son del lado de los empleadores, pero ¿qué me dicen de los freelancers? Ahí les va.

Hay personas muy mareadoras que trabajan mal, que te dicen “yo las mato callando” y sí, las matan pero de pura oligofrenia. Hay quienes se inventan currículos y no tienen idea de lo que deben hacer. Hay quienes de pronto, ante la presión se esfuman, no responden mails, teléfonos, señales de humo, recados, smss, hasta que se les hinchan los... cachetes, o nunca; y además se llevan el material que hicieron otros. Hay quienes hacen el trabajo pésimo, cobran y se van. Los hay también que dicen “pues yo corrijo según el precio, como veo doy” (aquí he de hacer un paréntesis: si uno acepta el trabajo y acuerda la cantidad a pagar desde el inicio, debe hacer lo que se compromete a hacer; nada de que, “como me pagan la corrección de a $15 por cuartilla, hago una corrección de 12 varos”; creo que uno siempre tiene que ser el mejor corrector o editor que le sea posible, y hasta imposible, ser). Los hay también que te dicen “te entrego mañana” y aparecen tres días después. Hay quienes en lugar de corregir se ponen a escribir (otro paréntesis: como decía mi mismo ex jefe de más arriba: “A ver, nena, ¿aquí qué hiciste? ¿Está mal este texto? ¿Sí o no? Porque mira, si está mal y lo corregiste, aplausos; si no está mal, pero no te gusta, pues te aguantas... así escribe este autor, ése es justamente el estilo... y en efecto, tú eres la guardiana de ese estilo, no tienes porque deformarlo o escribirlo de acuerdo con “tu estilo”, ¡zás!)***

Los hay también aquellos que creen que siempre están corrigiendo libros de poesía, cuando el texto es de administración, de psicología, de química orgánica, o viceversa, ¡plop! Y los hay, la mayoría (sí, me excomulgarán, sí, de veras) que no conocen un libro. O sea, este fenómeno, no sé si sólo pasa en este trabajo, pero es como ser mecánico y no saber de coches, como ser vaquero y no saber de panzas de vacas, ¿cómo pueden hacer libros, personas que nunca leen ni escriben ni tienen criterio propio? Pues sí, sí los hay, muchos.




Ésos que mira usted ahí, se llaman signos de corrección,
sí, hay que aprenderlos todos para poder corregir en hojas impresas
y son una convención mundial, aunque no sé si de verdad los usan en,
digamos, ¿Japón? Nunca he trabajado ahí... snif


Ahora, ¿cómo resolvemos todo esto? ¿Cómo hacemos que el trabajo sea libre y nos libere y nos dé de comer? ¿Cómo nos hacemos valer como empleadores y como proveedores? Fácil: siempre respetándonos y siendo claros.

Lo que yo aprendí en 10 años de freelanceo (y sigo aprendiendo, aunque obtener la chuleta me cueste un poco menos de esfuerzo, relativamente), fue:

• Nunca mientas sobre tus capacidades.
• Sé puntual, esmerado, dedicado y congruente (si te retrasaste para la entrega, puedes llamar, afrontar y pedir una prórroga; esconderse es mortal para ti y para quien te busca).
• Si te es posible y te dan ganas, reporta tus avances (esto a uno le da muhca lata, pero al empleador le brinda mucha tranquilidad, porque sabe que estás haciendo su trabajo).
• Si tienes dudas, mejor pregunta. Es mejor que te vean con ojos de “qué pendejo es este güey” cuando no la has embarrado, que cuando ya hay tres mil libros impresos y un millón de pesos en la basura.
• Respeta tu trabajo y el trabajo de los demás, nunca seas prepotente ni majadero (yo siempre quiero pensar que el mismo empeño que pongo en mi chamba, lo ponen otros en la suya).
• Está siempre dispuesto a enseñar lo que sabes, y a aprender lo que desconoces.
• Nunca aceptes ninguneos de nadie.
• Nunca malbarates tu trabajo, eso siginifica “soy tan chafa que acepto lo que sea, págame lo que quieras”.
• Infórmate sobre los estándares de precios de tu chamba, y media algo conveniente para ti y para quien te emplea.
• En la medida de lo posible, está siempre informado de las novedades de tu trabajo: desde el chisme del conserje, hasta el chisme de la Secretaría, desde la historia de cómo comenzó a hacerse ése trabajo, hasta los últimos avances.
• No te empeñes ni te juntes con gente mal hecha, quejosa y criticona, enfócate en las personas que tienen algo que enseñarte.
• Nunca prejuzgues.
• Nunca, pero nunca te pelees a gritos y sombrerazos con nadie de tu trabajo. (Ojo: No digo que no hay que pelearse, a veces es necesario; pero que nunca sea una función de lucha libre, siempre hay formas “diplomáticas” de hacerlo.)
• ¡Ah! Y cuando aceptes trabajo, siempre deja muy en claro: para cuándo entregas, qué se espera de ti, qué tienes qué hacer (no todos tienen los mismos conceptos sobre diversos aspectos del mismo trabajo), cómo y cuánto van a pagarte y verifica que ambas partes estén satisfechas. (Odiseo: No, no es caballerosidad negociar el pago al final de la chamba, la caballerosidad debe dejarse fuera de los negocios, me parece, no mames.)
• Y siempre debes ser tan bueno en lo que haces, que debes estar seguro de que muy difícilmente alguien podrá pescarte en un error. (Y si alguien te encuentra un error, lo mejor es asumirlo con humildad y enmendarlo de la mejor manera posible.)

Creo que no sólo basta quejarse, sí, el país es una romería (el mundo entero, en realidad), pero nosotros como individuos también nos esmeramos en hacernos mala fama, cuando debiéramos esforzarnos por hacer lo que a cada quien le corresponde y bien. Esto, es lo poco que yo he aprendido. Y a pesar de todo, he de aclarar que mi trabajo de verdad me apasiona, me encanta, lo amo...

PD: ¿Y los poetas? Esos aparecerán en la parte dú... ¿Qué por qué escribo también de poetas? Pues porque a veces también lo soy, y los conozco. Yo soy de los humildes, aclaro...

* Si usted quiere escribir y no puede, o puede y no quiere, o se hace bolas cuando escribe, o algo así, no puede dejar de leer la maravillosa y amarga (a mí me parece amarga, quizá me lo tomo a pecho) novela El libro vacío, de la escritora mexicana Josefina Vicens. Si quiere ver el prefacio que hizo Octavio Paz a esta novela vaya a esta liga http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/memorias/escritoras_hispano01/nljosefinav.htm

** Pleito ranchero: sus., masc., 1. Término que se emplea para designar un conflicto salido de la nada, buscado de manera gratuita, con la firme intención de que sea el pleitista el triunfador. / coloq. México, 2. En palabras coloquiales: pedo que se busca con alguien para ganarle antes de que el otro lo amachincuepe a uno, o sea, matanga dijo la changa.

*** En efecto, he tenido algunos jefes bien, pero bien fregones; pero también, bien pero bien canijos, aprender este trabajo me ha costado incluso lágrimas, zapes, que me pendejeen; que me lloren; que me aplaudan; que me den besos; que me avienten las pruebas; qué me digan “¡qué bonito te quedó!”; que me las regresen y que me digan “esto no cierra a pliego, no chingues”; que me llame un autor y me diga “no joda, ése no es mi original (cuando retome la chamba de otra vieja, que hacía puras pendejadas, obvio, yo ni idea tenía de cuál era su original); etcétera, como en todo, pero siempre he tenido la fortuna de encontrarme buenos maestros y los he aprovechado, creo.