
si es que pasa...
Para todas las víctimas de esta infame ciudad, sean del temblor o no...
Gracias a Odisseo, por ser el primero en hacer recuerdos del temblor, te quiero
como siempre la mañana era una cosa ajetreada, que levantáte, que se hace tarde pa la escuela, que desayuna rápido, que pónte el uniforme, podía escucharse el noticiero televisivo que mis padres sintonizaban para acompañar las mañanas, era jueves, ¿no? todos sabemos que era jueves...
y en mi casa la situación era en ese entonces un tanto amarga: mis padres discutían casi por cualquier cosa, era esa época en la que el lustre de felicidad de los primeros años de mi vida, comenzaba a resquebrajarse como el alfeñique viejo y polvoso.
vivíamos, lo recuerdo aún, en la casa que nos rentaban don Joel y su esposa Amelia, un par de viejecillos jubilados. don Joel era alto, de ojos muy verdes, todo cano de cabellos color plata brillante, y güero, güero, tenía la piel colorada de tan blanca, y doña Amelia era por el contrario, muy bajita, morenita, achatada, incluso del cuerpo, y por ese entonces comenzaba a padecer de una demencia senil que la hacía jugar por horas con mi hermano que tenía 5 años, jugaban con He-Man y con Skeleton, los sumergían en la pileta del lavadero, y a veces doña Amelia nos dejaba sorber la cálida miel que surgía del centro de la gran flor de noche buena que cultivaba en el corredor, tenía un montón de macetas con muchas flores, muy coloridas, o al menos así es mi recuerdo.
el departamento era verde por dentro, y contaba sólo con tres habitaciones, se encontraba en la calle Sur 119-A, col. Sector Popular, no recuerdo el número, enfrente, casi, estaba la tienda de doña Maura, que era una ogresa y tenía aterrorizados a todos los niños de la cuadra, pero siempre tenía una vastedad de dulces que no permitía que el negocio decayerá a pesar de su mal carácter. como tres casas más adelante, del mismo lado de la calle, vivía mi amiga Sayonara y su abuelo David, y a dos casas más vivía Sandra mi amiga-enemiga (siempre nos peléabamos y nos volvíamos a contentar), con su madre Yolanda y su abuela Chabela, que me caía remal, porque mi madre siempre me obligaba a saludarla y ella "Chabelita", una vieja recia y curtida, me mordía los cachetes con una mezcla de lujuria, hambre, ternura y dentadura postiza, y el resto de la familia (de hecho, esa casa fue la primera que rentamos en esa calle). del mismo lado de la tienda de doña Maura estaba la casa del Tanque y sus no sé cuántos hermanos. a mitad de la cuadra, estaba la casa de Luzmaría, mi mejor amiga de la infancia a quien siempre tenía que rescatar porque yo era grande y fuerte y ella flaquita, chiquita y apta para que le cometieran todos los abusos que les da por cometer a los niños de kinder. Cabe aclarar que su madre Martha era la mejor amiga de mi mamá, y como eran 5 hermanas, en este orden: Martha, Lucía, Luzmaría, Andrea y Ana, y mi hermano y yo, las reuniones infantiles eran inenarrables con escuincles saltando por toda la casa, que era grande grande, porque su padre Lucio ganaba harto varo y compró esa casa inmensa con aspiraciones de mansión y dejos de kitch con todo y peluches y colores chillantes.
en la esquina, antes de llegar al camellón vivía doña Lucha con sus tres perros feos (de una raza muy exótica y de mucho pedigrí, pero que daban mucho miedo) con su marido Tomás, que era el teporochín de la cuadra y que daba el mismo miedo que sus perros, por el olor a alcohol. y casi en la otra esquina, del lado que colinda con Churubusco, vivían (o viven, no sé) mis madrinas, madrinas de grado, de deveras, Queta y Juanita con toda la familia: doña Juvencia, la matriarca, don Luis, el padre, "mis novios" los tíos Esteban y Agustín ("mis novios" porque les encantaba hacerme repelar correteándome para agarrarme a besos, cosa que a mí me enfurecía y me avergonzaba, aún no sé por qué), y demás familia mucha mucha que ahora se me olvida, ésos sí eran una gran familia mexicana, y no como la mía que siempre ha estado compuesta sólo por mamá, papá, hermano y hermana. esa era la cuadra.
el departamento, como ya dije, era verde, con cocina, baño y dos habitaciones separadas por una gran cortina "color hueso" colocada por mi madre. las cosas no iban bien. yo tenía ocho años y comenzaba a invadirme una soledad y un desasosiego provenientes no sé de dónde, quizá de los gritos y el desamor de mis padres.
eran como las 7:15 am y se hacía tarde para la escuela. de pronto todo comenzó a moverse de una forma insospechada y tremenda, yo con la mitad del uniforme puesto, con la mitad del sueño aún puesto, con media trenza hecha, y el resto de la melena como nido de gorriones. mi madre con media molestia puesta, con el sartén en la mano cocinando los huevos del desayuno, a medio vestir también. mi padre con el short verde de su pijama, y su clásica camiseta Rimbros (como la de Odisseo, pero más grande), apenas deshaciéndose del catre (en el que decidió dormir desde siempre, porque no le gustaba dormir acompañado). mi hermano, hermanito, el bebé, el chiquito, aún dormido en la cama matrimonial en la que dormíamos mamá, él y yo.
esta es una foto, una postal cruel grabada en mi memoria: el niño dormido en esa posición de inmaculada ternura de los bebés, con la "colita" al aire, dormido profundamente, el padre apenas levantándose, la madre ya en la cocina, la chamaca a medio peinar y peleando como siempre por las sendas y jaloneadas trenzas cotidianas, de pronto todo se mueve, suenan todos los cacharros de la casa, truenan las paredes, refunfuñan los asbestos, la cortina es una increíble tormenta, rápido, todos a la trabe entre los dos cuartos, todos, todos, el niño, el niño grita mi madre, el niño está dormido.
JUAN JUAN JUAN!!! EL NIÑO, RÁPIDO, EL NIÑO ESTÁ DORMIDO, VE POR ÉL!!!!
mi padre corre, el suelo se mueve, mi padre se tambalea, corre de nuevo, el suelo y las camas se confabulan chocan con las piernas de mi padre.
EL NIÑO!!! JUAN AGÁRRALO!!! JESUCRISTO BENDITO, ¿QUÉ ES ESTO? VIRGEN SANTÍSIMA, HIJITA ABRÁZAME, HIJITA!! AAAYYY JUAN JUAN EL NIÑO!!! PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE...
mi padre, finalmente, después de tres intentos, dos caídas y la lucha librada contra el brutal movimiento, alcanza al niñito, al güerito (aunque es extraño mi hermano es güero). lo alcanza por las piernitas, lo toma en vilo, lo abarca con sus brazos inmensos de boxeador, sí, le hacía a la boxeada de patio. corre a la trabe, nos abrazamos todos. el movimiento cesa, hay cosas tiradas por todas partes, huele, huele feo, huele a tierra, huele a susto. fin de la postal.
todos abrazados salimos a la calle, la cuadra está normal, pero todos están en las puertas. qué pasó, cómo están allá, qué pasó por acá. no falta la que grita, la que llora, a don David le dio una embolia que le enchuecó la cara durante meses. todos están bien, todos están asustados pero bien, excepto doña Lucha y sus perros y su teporocho, que se quedaron atrapados porque se descuadró el zaguán y no pueden salir, todos los vecinos ayudan, y en la casa de doña Lucha no pasa más nada. varias casas de la calle quedaron cuarteadas, algunas banquetas levantadas, se cayó uno de los árboles más grandes, sin más perjuicios.
más tarde, cuando llegó la luz, el azoro, el terror, la sangre, los cadáveres, todo hecho polvo, las calles tan
desconocidas, parecía una bomba, muchas bombas, yo había visto eso en las noticias, pero en otros países, en El Salvador quizá, mis ojos eran muy grandes ante el azoro, ante esa destrucción, mis ojos de ocho años, cuántas muertes, cuántas oraciones, ¡cuánto llanto! mamá, ¿qué pasó? el temblor.
el temblor dejó su marca, su muesca, sus escoriaciones en la piel de todos los defeños, en la piel desgarrada de mi familia, que algunos meses después (quizá un año más tarde, no más) se desintegró al fin.
mis padres luego de tres o cuatro separaciones, al fin terminaron por dejarse, terminaron de odiarse, de gritarse, de maldecirse.
el temblor también dejó su cuarteadura, la más grande, en mi recuerdo de los ocho años.