lunes, 10 de noviembre de 2008

Precisamente no fue Lorena...


Con admiración para la mujer a la que Bukowsky
"pudo haber amado más, pero no quiso".

Por las amistades inveteradas:
para Lorena con cariño Chinesco o Chinasky,
como más le plazca a vuesa mercé.



Era la noche del lunes 20 de octubre de 2008, cuando una amiga, en efecto de las mejores, llamada Lorena y yo decidimos asistir a un festival cultural local (por local, me refiero a que esto sucede en Metepec, Estado de México) de nombre mitológico, Quimera.


Lorena como que no tenía muchas ganas, pero ante mi insistencia, acordamos en vernos en las escalinatas del maravilloso Calvario (aunque suene a parajoda) que en las faldas de su cerro aloja esa ciudad, llamada "típica" por no sé que gobernante con anhelos de exotismo. Habidas del mentado exotismo queríamos presenciar unas danzas misteriosas venidas desde lejanas tierras denominadas Rajasthan.


Acudimos a la cita que digamos no muy puntuales, y eso sí surtidas con un buen medio litro de garañona [bebida de tenacidad verde, maufactura tradicional, y también de exóticos resultados (como puede verse, al parecer en la tierra del Cerro de los Magueyes -toponimia de Metepec- todo es muy exótico)], pero llegamos incluso anticipadas, pues ante los ejercicios calisténicos las danzantes demoraban su aparición sobre el escenario.


Al fin aparecieron, y el evento transcurrió sin mayores contratiempos ni sobresaltos (excepto por una señora de "chocantismo" superior, que creía poder aplicar la ley antitabaco incluso en un lugar abierto, y que por obvias razones se llevó un par de groserías ejercidas sobre su pequeña y metepequense humanidad. Ah, y también por un hombre que en alarde de sus dotes masculinas -según explicó el presentador- danzó sin descanso y con denuedo sobre vasos de cristal, clavos, sables y todo esto con una vasija, que eventualmente se convirtió en dos y luego en tres, sobre su cabeza y una exultante sonrisa en sus labios).


Al finalizar el ejercicio de las bailarinas, decidimos cenar cualquier fiambre de esos que se mercan en la calle, y después de chismosear con desparpajo un rato para actualizarnos sobre las amistades comunes, emprendimos una caminata breve que nos conduciría a la casa de los padres de la mencionada carlota; unos cuates de más, unos cuates de menos por el camino; algunos tragos verdes de más, algunos tragos verdes de menos por el sendero, y, entonces...


Yo sé que enllegando aquí, usted que lee para evadir su realidad y dejar de lado las terribles y estresantes ocupaciones que le aquejan y lo desmadran, comenzará a preguntarse: "Y, entonces, ¡qué chingaos...!, ¿Por qué estoy leyendo esta pendejada que no dice nada ni implica sorpresa alguna? ¿Por qué estoy perdiendo mi tiempo descifrando con esfuerzo mental y criptográfico este código para leer que una vieja fue a ver a otras viejas, hindúes además, que bailaban y contoneaban sus caderas con singular habilidad?"... Téngame un poco de paciencia, pues este relatico apenas va alcanzando su punto álgido, ya que era al punto de las "contoneancias" al que quería llegar...


Aunque, no sólo eso, recuerdo que hace años ya, cuando uno tiene tiempo de hacer ejercicios de lectura como éstos, ejercicios lectores que no llevan a nada (o que quizá muchos años después uno descubra que siempre lo llevan a las mismas reminiscencias, a las mismas obsesiones que lo han dotado de su característica personalidad a usted, que le han proporcionado sus ya tradicionales toques estílisticos particulares), recuerdo que yo leía con avidez a Chinasky.


Porque para ser justos, a Chinasky o Bukowsky, como a usted le dé mayor confianza, hay que leerlo en la adolescencia, o a menos que uno sea un viejo indecente, pues en la madurez. Pero como yo aún no soy vieja, y... Cristo bendito (esto lo digo, haciendo la señal de la Santa Cruz sobre mi rostro) MUCHO MENOS, ¡que quede claro!, MUCHO MENOS INDECENTE (muajajaja, ¿o sí?, bueno eso le tocará a usted descubrirlo), pues leí a Bukowsky en mi delgada adolescencia, y luego de algunos libros y varias decenas de relatos (con un par de pelis de por medio), dime cuenta de que don Chinasky, ése al que tanto se ha admirado y que tantas contradicciones y polémicas ha desatado y sigue destando con sus teatrales persona y literatura, sí, llegué a la conclusión de que don Chinasky es el más grande tomador de pelos de lectores, es, para decirlo en términos traductoriales de Anagrama: un gran gilipollas, a quien le gusta engañar de forma sublime a sus papanatas lectores (esto dicho sin ganas de perjuicio alguno, de verdad que yo quiero y he querido mucho al gran Bukowsky).


Si no me cree, haga un par de relecturas, tome cualquier libro de relatos (que digo de relatos, no de poemas, esos son muy distintos) y vea como a través de las páginas, en muchos de los casos el inicio del cuento es algo así como: "Envolví mi pene sangrante con una toalla y salí corriendo a tomar un taxi", más o menos, no pretendo ser exacta, y, entonces (este entonces no es el entonces de los suspensivos, pérese otro poquito) es que el buen Charles lo atrapa a uno, pues uno o una, piensa: "En la madre, pues qué le pasó a este man, qué fue lo que hizo que su pene sangrara de forma tan descomunal, no, no, tengo que seguir leyendo, tengo que saber qué pasó". Y, entonces (jajaja, otra vez entonces, pero no hemos llegado aún, relájese...), uno lee y lee y lee y van sucediendo tal cantidad de cosas absurdas y tragicómicas que uno termina por olvidar por qué estaba leyendo, pero no puede soltarse, uno NECESITA SABER qué diantres le pasó en el pene a ese güey, por lo que lee hasta el final, y en la última línea del relato descubre que...


Pero, en fin, no nos entretengamos más en Chinasky, que es cosa menor, volvamos al entonces de los puntos suspensivos.


Y, entonces... (recordemos que Lorena y yo íbamos por la callejuela de una ciudad típica, con sendos bolsos de mujer en sendas manos siniestras y sendos vasos de garañona en sendas manos diestras)... y, entonces, en el momento más distraído de la charla, que siento como la parte trasera y más regordeta de mi humanidad (para este efecto, llámemosle nalga izquierda), que siento como mi nalga izquierda era mancillada por un objeto extraño, que segundos más tarde comprendería yo, era una mano. IJ!!!


Durante el par de segundos que siguieron al "torteo" y que precedieron al torcimiento de mi cuello, yo pensé con candidez: "Ha de ser algún amiguito confianzudo, que anda medio pasado de las copas y que ha querido congratularse de forma no muy agradable con esta, acá su amiga"; pero al segundo siguiente, pensé de nuevo (y mire que esto ya es demasiado): "Pero, ¡¿quién jijos de la chingada, que yo conozca, es capaz de hacer algo así, a sabiendas de mis habilidades para estrechar narices con mi puño cerrado y endurecido?!" Y, ya para rematar, en un tercer segundo, pasó por mi mente una idea que de tan extraña provocó un escalosfrío en todo mi ser, una idea tan sorprendente que estuvo a punto de causarme un infarto al meritito miocardio y áreas aledañas: "¡¡¡FUE LORENA!!! ¡¡¡¡FUE LORENA!!!".


[ALTO. Hagamos un corchete. Yo sé que estas cosas no pasan, yo sé que cuando uno conoce a los amigos de tanto tiempo, es díficil ignorar las preferencias sexuales y fraternas de cada quien, pero, como este mundo de a últimos tiempos es tan loco y tan absurdo, pues a veces pasan cosas extrañísimas y uno duda. Además, tómese en cuenta que eran cercanas las 12 de la noche, esa hora en que las calabazas se convierten en carruajes, los ratones en pajes, los caballeros en lobos lujuriosos, las caperucitas en teiboleras, y los despistados en abducidos por entes alienígenas, y pues yo comencé a pensar que quizás a Lorena le sucedía como a Fiona la de Shrek y llegada la medianoche mi querida Lorenaza cambiaba las velocidades de su bicicleta, para decirlo con claridad: que en algún momento de nuestra ya vieja amistad, mi amiga había demudado de la gran mujer con dotes chamánicas que es, a una lesbiana con preferencia por mi trasero (esto dicho sin tono sectario alguno, creo con firmeza en el libre albedrío y en la libre preferencia y ejercicio sexual de los seres humanos), y que las calles ya estaban desiertas, y que el ser humano más cercano a mi ser humano era Lorena pero, y, entonces...].


Entonces, luego de pensar tres segundos en tres posibilidades distintas y de lanzar un grito asustadísimo, tuerzo mi cuello a la derecha y veo que Lorena sigue en el mismo lugar que un grito antes, volteo más a la derecha y vemos, Lorena y yo, como en dirección a algunos metros dejados ya por nuestros pasos había un hombre (si es que puede llamársele así), que nos observó durante otros tres segundos con curiosidad, acto seguido emprendió la carrera, llegó hasta la esquina más cercana (como a 20 metros de distancia), se enfundó en su automóvil color vino y se largó con tal tranquilidad...


Luego de alzar mi voz con cualquiera de las groserías que usted pueda imaginarse, Lorena y yo nos miramos consternadas, asustadas, indignadas, sorpendidas, agobiadas, y todos los demás "adas" que puedan ocurrírsele, y Lorena concluyó el asunto con una frase que perdurará para la posteridad:


"Caray, una ya no puede salir a contonearse por las calles con tranquilidad".


Pero y a todo esto, con mucha carcajada y por fortuna poco trauma, yo me pregunto: ¿qué fascinación encuentran los hombres en "tortearla" a una? ¿Qué placer tan rídiculo e insignificante puede provocar el instántaneo toqueteo de un cuerpo ajeno? ¿Es que acaso ese hombre (o cualquiera de ellos que haga estas cosas) cree que ha dejado su huella en mi ser (o en el de cualquiera otra fémina que haya padecido algo semejante) y que todas la mañanas salgo a la calle con la esperanza de encontrarme de vuelta con su mano? ¿Es que se planea un acto como éste, es decir, se sigue al objeto del deseo y se espera el momento oportuno, o es un suceso imprevisto y satisfacorio por su inmediatez? ¿Es que la trágica sexualidad de "hombres" como éste no haya consuelo más que mediante furtivas transgresiones? ¿Es que hay alguna a la que un encuentro tan relampagueante pueda encenderle la libido? ¿Es que acaso usted ha llegado hasta esta línea? ¿Es que acaso, a la manera de Bukowsky, yo he logrado jalarle las trenzas sólo para llevarlo a leer este suceso insignificante que acontece repetidamente de cotidiano, escudado por el anonimato de las grandes ciudades?


Jajaja, la verdad, ¿quiere saberla? Es que no sé si Chinasky lo planeaba, pero yo al menos, luego de leerlo, siempre tuve ganas de escribir algo que no dijera mucho y que a pesar de ello pudiera tenerlo atrapado a usted. Ahora no más, no se enoje, por favor, esto ha sido escrito para usted con premeditación, alevosía, ventaja, afán y mucho cariño.


PD: Que me agarraron la nalga es totalmente cierto, y si alguien conoce a ese palurdo que cometió este mínimo crimen, dígale, que yo también muero de ganas de estrechar la redondez de sus testículos con mi rodilla, y que podré hacerlo también con hartos deseos... pero de venganza.
PD 2: Si usted quiere saber qué fue lo que hizo que el pene de ese hombre sangrara de tal manera, busque un cuento de Charles Bukowsky titulado Precisamente no fue Bernadette o No fue precisamente Bernadette, cuestión de traducciones.